Fotografia: Carla Araneda (Revista Fuera de Foco) |
Mi interés no es hacer un dibujo meloso y
fanático de ti, de eso ya se ha hecho suficiente. Por ahí escuche una vez que
las ciudades son en realidad mujeres, con su propia identidad y carácter.
Ninguna otra criatura en el mundo se les podría comparar.
Valparaíso, ciudad de artistas pobres y de
pecados, eres para mí una prostituta vieja. Tus cambios de ánimo, la
versatilidad de tu cuerpo cansado, es solo comparable al espíritu de una hembra
madura. En algún momento te vestiste de gala, pero el tiempo siempre avinagrado
y tu constante mala racha te han dejado en harapos. Te pintas la cara con
maquillaje barato y colores chillones. Lentejuelas y plumas pasadas de moda. Tu
mal gusto es tu principal compañero. Pero nadie puede decirte nada, a las glorias
pasadas no se les reprocha, se les deja vivir su mentira y su locura, porque
estas vieja, cansada y tienes aires de ser la diva, aunque tus vecinas se rían
de lo presuntuosa que eres. De tus dones el mejor son esas curvas a maltraer
que remarcan tu figura.
Aunque fuiste una de las primeras en llegar
al barrio, cubierta de oro y champaña, disfrutas de las malas compañías. Tienes
fama de peligrosa, mentirosa y traicionera. Eres gentil con el ladrón y les das
la espalda a las autoridades.
Ciudad de inspiraciones baratas. Soy severo
contigo, porque eres sucia y así se trata a las de tu clase. ¿Así te gusta?
Sabemos que si. Que te maltraten, te hablen duro, te utilicen para escribir en
tu cuerpo cansado las barbaridades que claman del alma, te hagan vejaciones, te
monten y te marquen como a una yegua.
Quizás pueda parecer que soy ingrato,
desagradecido de tus bendiciones. Porque en más de una oportunidad me he
refugiado en tus senos caídos implorando compañía. No ha sido una ni dos veces
las oportunidades en que me he dejado abatir, borracho en tu entrepierna,
llorando largamente por un amor perdido o no correspondido. Me haz visto
sentarme en la barra de alguno de tus bares con melancolía. Cantando tu himno
derramando el veneno dionisiaco sobre la mesa, caminando sin destino y
maldiciendo mi suerte herida. Luego me recupero en ti y te dejo hasta la
próxima vez que necesite de un poco de afecto. En ti nos podemos consolar de
nuestro abandono por un bajo precio, porque eres callejera y trabajas
independiente.
Debo dar gracias, si, gracias también por
aquellas veces que silencio guardaste cuando entre las sombras de callejuelas
sin nombre me viste quitarme la ropa junto a la amada de turno con la que te
era infiel. Porque reconozco, ninguna de ellas ha tenido tanta experiencia como
tu. Jamás podrán ser competencia para ti.
Valparaíso, disculpas te pido, pero no quiero
vender postales de tus mejores ángulos, ante todo deseo me comprendas, porque
los tiempos de Neruda ya pasaron hace rato. Como dijo un trovador moderno, eres
puerto de mañas. La regalona de nostálgicos, bohemios, muertos de hambre y
sinvergüenzas. A ti vuelven siempre tus hijos como las olas que revientan en
tus playas frías y empedradas.
No importa cuanto escriban, canten o mientan
sobre ti. Es fatal error creer conocerte totalmente. Eres la Maria Magdalena
que todos necesitamos de vez en cuando, de cuando en vez. La Yoko inspiradora.
Sabes como acariciarme y hacerme sentir un hombre saciado del placer carnal.
Llevarme al éxtasis con solo mirarte en tu extraña geografía, comparada con
otras más hermosas y bien mantenidas, tú, vieja y todo así te deseo
salvajemente una, dos y hasta tres veces.
Yo soy solo ficción. En cambio tú, ciudad de
muerte y complacencia, eres la realidad de todos.
1 comentario:
Te pasaste amigo.
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